domingo, 30 de mayo de 2010

El humo que atravesaba las fronteras de la ventana


El humo del cigarrillo se iba desvaneciendo por la habitación copada de libros en los anaqueles, en la mesa y en el suelo. Él no dejaba de escribir una historia en su laptop. Ya había transcurrido muchas horas desde que decidió terminar esa historia que había nacido del azar. Siempre que desarrollaba su relato en torno al personaje central se daba cuenta de que las líneas del argumento se iban abriendo más y más dando lugar a nuevos personajes con nuevas historias. Lo curioso era que no podía enlazar esas nuevas historias con su historia central. Cada vez iba construyendo un mosaico confuso donde la lógica era una extraña ilogicidad. Sabía que debía cerrar la historia o las historias, pero cada vez se iba convenciendo que no lo lograría.

Eran cerca de las diez de la noche y él se levantó de su cama para buscar unos cigarrillos en el cajón central de su escritorio de metal. Encontró su cajetilla azul pero no había rastro alguno de su encendedor. Decidió bajar a la cocina para buscar un cerillo. Cuando abrió la puerta de su habitación se encontró con ella saliendo del baño. Ella lo miró con un gesto de indiferencia y se dirigió al primer piso de la casa. Él continuó su camino y no pudo contener un ligero malestar al saber que ella también iba a la cocina pero no a buscar cerillos sino a tomar un poco de agua. Tuvo que renunciar a su cometido y volver a su habitación. Prefería contener la ansiedad que tener que cruzar algunas palabras con ella.

El cielo estaba despejado, era un cielo propio del verano. Ella abrió las cortinas de la habitación de él. Una habitación que hasta hace unos días habían compartido. Tuvo que abrir las ventanas para que el hedor a cigarrillos se disipara. Odiaba cuando él fumaba a su lado, odiaba que él siempre haya tenido que fumar. Luego de abrir la ventana y sentir el fresco que entraba encendió la laptop. Se sentó y espero que cargara. Inmediatamente buscó en los archivos de él. Había muchas carpetas desordenadas pero ella sabía el nombre de la carpeta que buscaba. Luego de algunos minutos de búsqueda ubicó lo que quería. La carpeta se llamaba “Escritos de un tipo indecente”. Recordó que había un escritor norteamericano que tenía un libro con un nombre similar. Recordó también lo mucho que él admiraba a ese escritor norteamericano. En seguida abrió la carpeta, seleccionó todos los archivos Word, hizo un clic derecho y puso eliminar. Miró con mucha ansiedad cómo aparecía una barrita en el centro de la pantalla con un titulillo que decía “Eliminando”. Una vez que terminó de borrar todos los archivos, buscó la papelera de reciclaje y la vació completamente. Su rostro engendraba la perversa satisfacción de la venganza. Luego apagó la laptop, tomó su maletín negro con la mano derecha, pues en la izquierda sostenía sus llaves, y se dirigió a la puerta de la casa en el primer nivel. Dentro del maletín negro cargaba el libro del escritor norteamericano.

sábado, 29 de mayo de 2010

El tipo del quinto piso de un hotel y la chica que caminaba sensualmente


Él sale de su cuarto. Se encuentra en el quinto piso de un hotel destartalado en algún lugar de la ciudad. Baja las escaleras con mucha paciencia. Al parecer no tiene prisa, sin embargo en su rostro se refleja una ligera angustia. Parece temer algo. Antes de salir del hotel destartalado se detiene en la puerta. Con la mano izquierda busca en su bolsillo izquierdo del pantalón. Luego de unos segundos saca una cajetilla de cigarrillos. Con la mano derecha toma un encendedor que estaba en el bolsillo de su camisa. Viste un terno negro pero no usa corbata y el saco lo mantiene abierto. Luego de encender su cigarrillo guarda la cajetilla y el encendedor en el bolsillo izquierdo del pantalón. Cuando cruza la pista un viento fortísimo levanta su cabello.
Es una tarde tranquila. En la calle no hay mucho movimiento. Para ser un barrio cercano a la plaza principal de la ciudad resulta extraño la poca gente que camina por ahí. De uno de los restaurantes aledaños sale ella. Viste una falda azul marino que le queda arriba de las rodillas. Usa tacos no muy altos. Sus piernas son blancas y atraen la atención de más de uno. La blusa que lleva puesta parece ser del mismo color que la falda. No se logra distinguir bien porque lleva una chaqueta negra que mantiene cerrada. En todo caso, lo único que podría llevar fuera de la chaqueta negra sería un conjunto del mismo color. Tiene una forma de caminar muy sensual y a hacerlo se oyen los sonidos de sus tacos. Cada vez se acerca más a la plaza. Una vez en ella se detiene y observa en todas las direcciones que puede. Lo más probable es que espera a alguien, lo más probable es que esa persona se haya atrasado. Ella no es una mujer que deba esperar demasiado.

Ya está oscureciendo y ella está apoyada en un muro de la plaza. Nadie advierte su presencia ni mucho menos saben de la espera que lleva haciendo. Todos van en una y otra dirección seguramente con problemas, seguramente felices. A ella no le importa nada de eso, al menos eso parece. Luego de fumar el quinto cigarrillo aparece él. Se acerca con una tranquilidad incomprensible. Parece que no le importa haberla hecho esperar. Ninguno de los dos muestra afecto al otro. Ella no lo mira pero se nota que le reprocha su tardanza. Ahora él gesticula algunas palabras. Mueve los brazos para intensificar lo que dice. Después de una larga intervención de él, ella levanta la mirada, lo mira directamente a la cara. Él solo sostiene su mirada en ella, una mirada que nunca dejo de mirar en esa dirección. Ella suelta su quinto cigarrillo, que cae en algún lugar del piso, y gesticula dos palabras, cada una con una pausa de dos segundos, y se va con la misma caminada sensual con la que llegó.