martes, 8 de junio de 2010

Una melodramática lectura de la vida

“Francisca, luego de expiar sus culpas y reconfortar a las víctimas, se unió en feliz himeneo con Carlos. Ya todo estaba programado para la dichosa pareja: las cosas listas en el carruaje que los llevaría a su cercano y feliz destino, y también la disposición del pequeño David, fruto de un amor prohibido cuyas culpas ya habías sido saldadas por ella. (…)
Javier, el gran amigo y confidente de Carlos, recibió las buenas nuevas de su amigo a través de una carta cuyas palabras evocó en silencio en el mismo instante en que la tuvo entre sus manos: Carlos decía ser el hombre más feliz sobre la tierra y Francisca, la madre más amorosa y ejemplar que podría haber concebido la gracias de Dios…”.

Así finalizaba la novela que inició Roberto luego de recuperarse de la caída en cama tras adquirir una intensa fiebre. El final era algo más extenso, pero el recordaba aquellas palabras que intentaba pronunciar en silencio. A veces le habían parecido ridículos los pasajes excesivamente melodramáticos, pero ahora había experimentado el placer que produce la lectura de un buen libro. Los días habían sido duros para él pues a pesar del corto tiempo sentía que había perdido contacto con el mundo: extrañaba los buenos momentos con los amigos en el trabajo y sobre todo le extrañaba que Alejandra, su enamorada, no haya llamado.

Luego de dos días durante los cuales solo pudo permanecer en cama, no decidía qué hacer. Sentía que llamarla era proceder de manera tal que ella se sintiera dueña absoluta de la relación, su orgullo no podía permitir tamaña concesión; por otro lado, la extrañaba y deseaba con todas sus fuerzas poder hablar con ella. Fue en ese momento cuando decidió que lo más conveniente era esperar a que sonara el teléfono o su celular. Para no hacer dura la espera, recurrió a la distracción que le podría dispensar la lectura de un libro. No estaba de humor para escudriñar entre párrafo y párrafo novedosas técnicas o ambiguos estilos, como solía hacer normalmente. Quería leer algo que lo transportara inmediatamente a otro mundo sin la necesidad de esfuerzo alguno de su imaginación. Así fue que recurrió a una novela romántica.

Desde que culminó la lectura se había quedado pensando en algunas cosas, sobre todo en su relación con Alejandra. La había conocido a través de una amiga del trabajo. Supo, desde que la vio por primera vez en una reunión en la que coincidieron, que algo se había iniciado y que ese algo no desaparecería al culminar ese premonitorio y vaticinador encuentro. Recordaba haber leído en la novela que …si la predestinación es una verdad revelada a alguna inteligencia, su faz más curiosa debe ser la atracción recíproca, el itinerario secreto y mutuamente ignorado de dos almas sobre la tierra, que un día deben encontrarse y amarse… Recordaba cada palabra como si hubieran sido escritas para él.

Se pasó toda la tarde tratando de enlazar los sentimientos que despertó Alejandra en él con los pasajes que describía del libro. Eran pasadas las siete de la noche cuando sonó su celular interrumpiendo sus divagaciones. Al contestar se percató, no sin expresar un atisbo de satisfacción, que era Alejandra, pero algo estaba mal. Ella tenía la voz entrecortada como si hubiera estado llorando o como siguiera haciéndolo. En ese instante recordó que alguien le había dicho, en alguna ocasión, que existe una brecha muy grande entre la realidad y la ficción.

1 comentario:

  1. Lenin, ya encontré tu blog. Cómo hago para hacerme tu seguidor? Visitaste mi blog?
    Hablamos, compare.

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